23.10.10

me enamoro

hoy por hoy
así, hoy por hoy
me enamoro cada día

y un día siento amor
y al otro ese vacío inmenso
del otro que no está
al lado

me enamoro
de pedro
juan
y diego

y a cada uno lo amo
con locura y pasión
y dibujo mis días enteros
caminando a su lado
hablando del alma y
la reencarnación

quizás fumando
o tomando
o frotando
nuestros cuerpos
o tan solo mirando
una película de no amor

pero mi alma
a ratos mi alma
está en paz
y luego se parte
en desesperación

18.3.10

Fracturas en el corazón

Una vez, sólo una vez en la vida, uno teme que no pase de nuevo. A todo el dolor del momento, con todas las lágrimas y ganas de morir, se suma el temor de que lo bueno que hubo no se vuelva a repetir. Nos angustia la idea de no volver a enamorarnos, nunca así. Nunca más, pensamos. Pero no es así. Quizás uno nunca se enamore de la misma manera dos veces, probablemente la primera es la más memorable, pero es posible amar de nuevo, es posible amar mejor. Quiero creer.

Sin mucha experiencia en esto, creo sí que lo lamentable es que las fracturas en el corazón trastocan los instintos y la espontaneidad, el miedo mata la magia y eso puede matar el amor. Pero esperemos que con las experiencias se refine la mano, el pulso y la puntada, y llegue un momento en que sepamos amar mejor.

Hoy pienso en las fracturas de mi corazón, que no sé si han sido tantas, pero definitivamente me han marcado. Algo así como High Fidelity, hoy pienso en las veces que he sentido tanto dolor, tanta pena, que he bajado la escalera llorando, me he revolcado en la cama, han corrido mis lágrimas picando apio. Pero las que han dolido de verdad.

No entra S, no entra R, no entra F. Esos no cuentan, y hoy sé que no cuentan porque fueron ideales, porque nunca estuvieron en real contacto conmigo, porque en realidad no fueron parte de mi vida. Tampoco cuenta A, eso fue más como amistad.

Los que cuentan en ese dolor tremendo son tres. En orden cronológico, y coincidentemente en orden de duración e impacto en mi vida.

1. C. Abril 2006.
(Después de tantos años hoy vuelvo a buscarte, a saber algo de ti, a urgar en la red y me encuentro con ese comentario tuyo que no sabía que existía, que escribiste un día que hablabas conmigo, ese fin de semana que todo empezó.)
De elocuencia embriagante, poesía innata, fuego entero y cautivante. Después sabría que era siempre lo mismo, lugares comunes como la lluvia, el fuego, la lucha, los astros...
Nos conocimos en persona, alguien agrega a alguien, chat intenso por tres días, amague de visita -fallido. (Polola entre medio, relación en crisis, espero en momento, no quiero dañar a nadie). Encuentros en persona, abrazos choqueantes. (Ya no hay polola, ahora se puede avanzar). Más conversaciones, confesiones varias, visita al arte -beso. Silencio. No hay contacto, no hay chat, no hay abrazos, pero sí una fiesta, a una semana del beso, escena chocante -beso, pero con otra. Llanto mío, llanto de otro, rabia colectiva, una mujer agita las aguas de este grupo de amigos, patadas a los muebles, indignación total. Correo. No hay respuesta. Silencio eterno.

Y yo digo... qué aprendí. Que todo pasa por algo, que el miedo hay que afrontarlo, que sólo así se sabe que uno puede entregar, que uno vale. Mucho, mucho más que lo que el otro pudo apreciar. Que por cosas del destino uno se puede evitar una ETS, que después de todo, una no sería especial. Que da lo mismo darse, mostrarse sin velos, que después de cuatro años se puede hacer de nuevo. Qué aprendí... que mis manos pueden sudar de rabia. Y que nunca han vuelto a sudar así.

2. P. Enero 2007.
La primera vez no es la gran cosa. No se recuerda por eso, sino por lo que vino con eso. Quién lo iba a pensar, que alguien tan solo hace tanto, sin planes de tener a alguien, caería por otra persona que por el resto de sus vidas estuvieron tan lejos. Que esos ojos se encontrarían, el mundo pararía, estuvo ahí desde el principio, casi una certeza, casi una promesa. Perfección pura, mundos distintos, muy distintos, que en la cotidianeidad jamás encajarían. Pero por cerca de dos meses encontraron sincronía pura, los deseos se cumplieron sin decir palabra. Cinco días de separación y se extrañaban, el extrañaba la bulla que ella metía, cuando ella volvió le dijo, es bueno tenerte de vuelta en casa. Para dos días más tarde despedirse para siempre. De esa idea de perfección, de sol y diversión, de compartir y hacer cosas por vez primera y quizás única. Llegar a un aeropuerto y decir adiós. Prometer escribir y cuidarse. Llegar a la casa, retorcerse como garrapata en el cubrecamas, llorar como nunca, sentir la pena, sentir la pérdida, y saber que nunca más.

Y yo digo... qué aprendí. Que mis instintos poco fallan. Que viví la perfección que podía esperar. Que por poco tiempo viví en el cielo, a sabiendas de su caducidad, pero viviéndolo desde dentro. Que después de esto había más, que me podía volver a enamorar. Que hay esperanza, de otros como uno, y de otros distintos que pueden andar con uno. Aprendí que soy fuerte, más de lo que pensaba, y que el hombre que alguna vez soñé llegó a mi. Y de esto se desprende que lo que uno sueña no es lo que necesita para ser feliz. Que hay más que lo que uno de desea, y que te puede hacer muy feliz.

3. M. 2008.
Cómo saber cuándo empezó, diría marzo cuando te vi y quise cerrar las ventanas a cualquier posibilidad sabiendo que era inminente el cruce de nuestras vidas. Que sensación más extraña, porque sin luces ni extendida parálisis del mundo lo supe en ese segundo. Diría julio con ese beso, pero quizás ese día se derrumbó todo. O quizás septiembre, cuando mis celos acallados fueron la evidencia de mis sentimientos. O en octubre con ese beso planeado para ser robado pero redireccionado a respondido, a seguido, a continuado, con boca, con manos, con el cuerpo, ese día, y los siguientes, y por el año siguiente, y los meses siguientes. Cómo resumir la historia que aún no termina. Que tiene el capítulo de cierre en su escritura. Cómo resumir la vivencia más real que he tenido.

Y qué aprendí... es muy pronto para decirlo aún. Pero hasta ahora, que hay cosas que sólo haré una vez. Como dar mi orgullo, tiempo, coraje, amor sólo por otro, por saber que no está bien, para que vea que hay más, que tiene más. He aprendido de mi paciencia y coraje, y lo más importante, que puedo amar. Y que a pesar de toda la pena, quiero volver a amar, con la misma intensidad, ojalá mejor.





Cómo se pueden tener tantas lágrimas, cómo el cuerpo puede sentir tanta pena, tanta angustia, tanta dependencia. Por qué la mente juega tanto, pasa de idea en idea. Dejar ir, liberar, duele tanto. Y estas penas nunca se olvidan. Pueden mirarse en el tiempo con distancia y sin real envolvimiento. Pero esos dolores, los que causan estas fracturas, son imposibles de borrar.